martes, 19 de enero de 2010

I Introducción

Sentimientos olvidados que al día de hoy quieren resurgir. Tú los has ayudado. Años en soledad, añoranza de eternidad.

He paseado por aquellos momentos en los que mi corazón supo latir con fuerza. Estampida de hormigas atravesaba mi estómago. Mariposas de diversos colores y texturas se posaban en mi alma para iluminar el sendero oscuro de mi soledad.

Mi soledad se desvanece. Mis sombras desaparecen dando entrada a una nueva época, llena de luz, llena de ti. Es todo muy raro. Mi cuerpo se comporta como si estuviera compuesto por una red de mallas, que en contacto unas de otras hicieran estallar una leve y suave chispa de energía.

Al no sentirte. Mi mente se nubla… Y no actúa con la razón, simplemente se deja llevar por el desazón de no saber si detrás de un adiós, habrá un mañana, o es un hasta siempre.

Mis engranajes se mueven gracias a una fuerza motora aún mayor que la propia electricidad. Las bujías de mi ser son encendidas con esa misma fuerza, esa chispa que necesito día a día y que sólo tú sabes crear.

Después de tantos años olvidados en la soledad y en la melancolía me siento cansado, derrotado. No sé si ni debería saber por donde empezar.
Aquellos sentimientos descuidados que hoy quiero despertar, y así poder auto biografiarlos para la posteridad.
Épocas alegres y a la vez infelices en los cuales uno aprende a amar, a querer, a soñar y a luchar contra la verdad.

Quiero pasear por aquellos momentos en los cuáles descubrí la vida y pude aprender el verdadero significado del amor de saber cuando uno esta enamorado y saber que es correspondido.

Sentía como mi cuerpo flotaba dentro de una burbuja. Burbuja creada sólo para mí, creada para protegerme de tal tentación feroz, como es la lujuria del más sencillo amateur.
No me importaba lo que me dijeran, habladurías sin más. Y mucho menos lo que hacía. Me bloqueaba no sabía como reaccionar. El mundo me ofrecía un camino inexplorado, virgen.
Cruzarlo sería como experimentar una añoranza vivida pero que pocos podemos recordar y percibir con todos los sentidos, los primeros pasos que da un bebe al andar.
Caminar por el es fácil, lo difícil es hacer el camino. Soportar ese duro trance sentimental, que poco a poco iría invadiendo mi ser, mi alma, el todo.

Cuando saturamos la mente y al cuerpo, entramos en un estado débil. En el cual podemos recordar momentos pasados, sobre todo de la infancia, y los convertimos en metáforas cortas, para poder explicar sentimientos nuevos, sacar similitudes y convertirlos en hechos reales o más visibles y perceptibles para el razonamiento humano.
Mi mente parecía un plató de cine, rodeado de cámaras. Viendo desde distintos puntos de vista un recuerdo infantil. Veía a un pequeño Javier en una de las competiciones anuales entre colegios. Corría con el relevo a través de la pista de fútbol del colegio. Delante estaba uno de mis compañeros al cual le tenía que pasar dicho relevo.
La vida sin darnos cuenta se nos repite metafóricamente sin darnos cuenta. Y ahí estaba yo andando, casi corriendo por ese camino virgen e inexplorado, buscando ese relevo que coger y así ganar por una vez, este gran juego, en el cual estamos dentro, la vida sin más.

Mi independencia me mata. La rutina me ahoga y mi alma llora a escondidas, para que mi cuerpo y mi corazón no se derrumben y caigan en un olvido silencioso de miedos y misterios.

Mi ser no es ser. Me flagelo en un mar de dudas. Dudas llenas de tristeza, de sentimientos ya casi olvidados, queriendo ser rescatados, vividos de nuevo, vivir sin más.

Nacemos para morir. El ser humano no es piadoso ni bondadoso. Sólo fingimos serlo. Fingir es el mayor de los verbos escrito en todos los tiempos. Yo ahora finjo poder escribir algo que llene, no sólo a vosotros como lectores, sino a mí como escritor, como persona, o ser humano. Al que cree que todo esto le relaja o le hace escapar, volar del resto de obligaciones de la vida, la rutina del vivir, o del no vivir.

Siento que no vivo. Me encuentro muerto, no sólo pero si muerto. No percibo humanidad en lo que me rodea, sino más que engaño, hipocresía, ignorancia…

Siento que me muero…




“Fue un día, un día como otro de siempre, pues el mundo no tiene más que un día, que se repite hasta el final del mundo.”
(R. Gómez de la Serna)

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